Artículo escrito por Juan Carlos Moreno, CIO & Co-Founder de ACKstorm.
La Regulación General de Protección de Datos (GDPR) de la UE impone fuertes obligaciones al tratar datos personales, especialmente cuando se utilizan servicios en la nube o tecnologías de IA ubicadas fuera del Espacio Económico Europeo.
De forma resumida, la GDPR impone restricciones clave en relación al uso de inteligencia artificial: no usar datos personales en IA sin base jurídica clara ni exceder la finalidad original, proteger también los datos de voz, y evitar la exposición de datos de europeos a jurisdicciones no confiables. El incumplimiento puede acarrear sanciones severas (hasta el 4% de la facturación global).
Aquí entran en juego la proliferación de asistentes de IA que hay disponibles en el mercado. Desde funciones de soporte técnico, centralitas telefónicas, asistentes virtuales o chatbots de atención al cliente, sin duda, pueden aportar grandes beneficios operativos, pero también conllevan riesgos legales concretos que las empresas deben conocer y gestionar.
A continuación, se analizan escenarios típicos y sus potenciales implicaciones bajo GDP al usar IA:
Los chatbots impulsados por LLM (Large Language Models) pueden atender consultas de clientes, resolver incidencias o recoger información para tickets. En estos casos, es frecuente que el usuario facilite datos personales (nombre, número de cliente, detalles de su problema que pueden incluir direcciones, etc.). ¿Cuáles son los riesgos?
Muchas empresas quieren modernizar sus centros de llamadas con IA, ya sea para transcribir conversaciones (STT) y facilitar resúmenes a los agentes, o para contestar mediante voz sintética (TTS) a los clientes en menús automáticos o asistentes virtuales telefónicos. Aquí los datos de voz del interlocutor son datos personales protegidos, y se suman retos particulares:
Algunas empresas despliegan asistentes conversacionales integrados con datos internos (base de clientes, pedidos, etc.) para dar servicio personalizado. Aunque la IA en sí puede ser local o de un tercero, estos casos implican flujos de datos personales internamente y hacia/desde la IA. Riesgos:
Si las empresas utilizan IA para tomar decisiones respecto a usuarios (por ejemplo, un algoritmo de lenguaje que analice un correo de queja y decida automáticamente ofrecer o no una compensación al cliente, sin intervención humana), entonces aplica directamente el Art. 22 GDPR sobre decisiones automatizadas con efectos jurídicos o similares. En la mayoría de contextos de soporte al cliente, es poco común delegar completamente en la IA una decisión de impacto significativo; normalmente la IA asiste a humanos. Pero si llegara a hacerse (por eficiencia), habría que asegurarse de tener consentimiento explícito del usuario para esa decisión automatizada o que es necesaria para un contrato, y aun así proveer derecho a solicitar intervención humana. Este es un riesgo legal que va más allá de la privacidad: toca derechos fundamentales de los usuarios a no ser sometidos exclusivamente a algoritmos en ciertas situaciones.
En todos estos casos, un riesgo transversal es el reputacional y contractual: Clientes y socios pueden perder confianza si perciben que sus datos no están bien protegidos. Cabe recordar que muchas multinacionales han prohibido internamente el uso de herramientas como ChatGPT para datos de la empresa o clientes por temor a fugas. Compañías como Samsung, Apple, bancos globales, etc., vetaron a sus empleados usar ChatGPT tras incidentes donde se introdujo código fuente confidencial y éste quedó almacenado en los servidores de OpenAI. Esto ilustra que el mal uso de LLMs puede conducir a filtración de secretos comerciales o datos personales, algo que preocupa tanto como el cumplimiento legal estricto. Para una empresa, enfrentarse a un incidente donde información sensible de un cliente fue expuesta por un chatbot o una voz sintética “dijo lo que no debía” no solo implica sanciones de protección de datos, sino pérdida de clientes y daños a la marca.
En resumen, cada caso de uso de LLM o TTS/STT en entornos de atención al cliente conlleva riesgos legales específicos: desde violaciones de privacidad por transferencias indebidas o propósitos no autorizados, hasta incumplimientos de transparencia y consentimiento, pasando por posibles decisiones algorítmicas indebidas. La clave es identificar estos riesgos en la fase de diseño e implementar controles para mitigarlos.
Tanto AWS como Google Cloud (GCP) – líderes globales de infraestructura cloud – ofrecen la posibilidad de desplegar cargas de trabajo en regiones de centros de datos ubicados dentro de la Unión Europea. Aprovechar estas plataformas con una arquitectura adecuada permite mitigar gran parte de los riesgos mencionados y cumplir con GDPR de forma más sencilla:
En síntesis, colocar nuestras soluciones de IA (LLM y TTS/STT) en AWS o GCP dentro de la UE puede resolver de raíz gran parte de las preocupaciones GDPR: mantenemos los datos de clientes en Europa, evitamos que terceros no autorizados accedan o usen esa información, y nos apoyamos en la infraestructura y certificaciones de proveedores de primer nivel.
Es una estrategia de “lo mejor de ambos mundos”: cumplimiento normativo y poder tecnológico. No obstante, no basta con elegir la región; hay que diseñar la arquitectura con intención, incluyendo cifrado, controles de acceso estrictos, y verificaciones de que ningún servicio auxiliar esté transmitiendo datos afuera.